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No hay nada nuevo bajo el sol, pero es interesante echarle una mirada a este mundo, que por azar o destino compartimos vos y yo en la tercera roca desde el sol. A ver con que nos encontramos...
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miércoles, 28 de marzo de 2012

Titanes en el espectáculo


De niño, todavía más cerca de la cigüeña que viene de París y de los Reyes Magos y Papá Noel que de la masturbación y lo que sigue después, miraba "Titanes en el ring", un programa de lucha libre donde participaba un variopinto elenco de pintorescos y entretenidos personajes, que con nombre cambiado y estilo "a la siglo 21" siempre vuelve a la pantalla. Ese programa provocaba una discusión entre mi padre y yo. El decía que todo eso era un espectáculo armado, coreografiado de principio a fin y yo le decía que no sabía lo que decía, que todo eso no podía ser una simulación. Finalmente, llegado a cierto punto de la infancia, en la frontera con la adolescencia, atando cabos, la verdad se reveló... pero ya no importaba, asuntos más trascendentales para la edad ocupaban mis horas de vigilia y de sueño, por ejemplo el ya mencionado amanecer sexual.

Para mi sorpresa, una vez arribado a la edad adulta, me enfrento a un problema similar. Solo que ahora no se trata de recios luchadores encapotados, encapuchados y embutidos en mallas elásticas ajustadas a full contra los genitales, demoliéndose unos a otros entre muecas asesinas, sádicas y de dolor. Ahora se trata de la pelea entre actrices, modelos, vedettes, productores, conductores, animadores, coiffers, bailarines, coreógrafos, directores, empresarios y personal trainers.

A propósito ¿vieron con que cara suben furiosos muchos luchadores al ring? ¿les vieron la cara cuando el rival los deja en la lona y les retuerce el pie ciento ochenta grados? Algo parecido se pueder ver en los programas de chismes y rumores del mundo del espectáculo, donde con vocación de servicio los conductores presentan ante las cámaras a los peleados de turno. Ahí están, frente a frente o en pantalla partida o de a uno a la vez, con cara de furia desatada o de sufrimiento sin par, con carita de lástima como el gato con botas de Shrek o de indignación infinita, tirándose en público intimidades y privacidad unos contra otros, mientras en off, en el background, o de frente, un hábil conductor y árbitro eventual, que me recuerda al simpático relator y el gordo árbitro de las refriegas y revolcadas de Titanes en el ring, echa ¿de común acuerdo? leña al fuego, azuzándolos con preguntas y acotaciones morales o metiendo el dedo en cuanta llaga pueda encontrar ¿de común acuerdo? en el conflicto desatado ante las cámaras.

Y así, entre lágrima y lágrima, entre insulto e insulto, entre amenaza y amenaza, día tras día, mientras la pelea se desarrolla y evoluciona, el rating de los programas que cubren estos "eventos" se sostiene con la frente bien alta, las figuras involucradas incrementan su presencia de marca en la pantalla chica y los medios gráficos alargan el centimetraje sobre el tema para una demanda insaciable, si de guerras íntimas entre bambalinas se trata.

Ante semejante espectáculo y como me sucedía con la lucha libre, se me plantea un gran dilema entre mi alma de niño y mi mente de adulto, acerca de si estos "conflictos bélicos" son ficción o realidad o cuanto hay de cada cosa, considerando que las relaciones humanas son más en gris que en blanco y negro. Pero finalmente, llegado a cierto punto de mi razonamiento, inicialmente ingenuo e infantil, en la frontera con la lucidez adulta y atando cabos, la verdad se revela fácilmente... pero ya no importa, asuntos más importantes para la edad ocupan mis horas de vigilia y de sueño.

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