Para mi sorpresa, una vez arribado a la edad adulta, me enfrento a un problema similar. Solo que ahora no se trata de recios luchadores encapotados, encapuchados y embutidos en mallas elásticas ajustadas a full contra los genitales, demoliéndose unos a otros entre muecas asesinas, sádicas y de dolor. Ahora se trata de la pelea entre actrices, modelos, vedettes, productores, conductores, animadores, coiffers, bailarines, coreógrafos, directores, empresarios y personal trainers.
A propósito ¿vieron con que cara suben furiosos muchos luchadores al ring? ¿les vieron la cara cuando el rival los deja en la lona y les retuerce el pie ciento ochenta grados? Algo parecido se pueder ver en los programas de chismes y rumores del mundo del espectáculo, donde con vocación de servicio los conductores presentan ante las cámaras a los peleados de turno. Ahí están, frente a frente o en pantalla partida o de a uno a la vez, con cara de furia desatada o de sufrimiento sin par, con carita de lástima como el gato con botas de Shrek o de indignación infinita, tirándose en público intimidades y privacidad unos contra otros, mientras en off, en el background, o de frente, un hábil conductor y árbitro eventual, que me recuerda al simpático relator y el gordo árbitro de las refriegas y revolcadas de Titanes en el ring, echa ¿de común acuerdo? leña al fuego, azuzándolos con preguntas y acotaciones morales o metiendo el dedo en cuanta llaga pueda encontrar ¿de común acuerdo? en el conflicto desatado ante las cámaras.
Y así, entre lágrima y lágrima, entre insulto e insulto, entre amenaza y amenaza, día tras día, mientras la pelea se desarrolla y evoluciona, el rating de los programas que cubren estos "eventos" se sostiene con la frente bien alta, las figuras involucradas incrementan su presencia de marca en la pantalla chica y los medios gráficos alargan el centimetraje sobre el tema para una demanda insaciable, si de guerras íntimas entre bambalinas se trata.
Y así, entre lágrima y lágrima, entre insulto e insulto, entre amenaza y amenaza, día tras día, mientras la pelea se desarrolla y evoluciona, el rating de los programas que cubren estos "eventos" se sostiene con la frente bien alta, las figuras involucradas incrementan su presencia de marca en la pantalla chica y los medios gráficos alargan el centimetraje sobre el tema para una demanda insaciable, si de guerras íntimas entre bambalinas se trata.
Ante semejante espectáculo y como me sucedía con la lucha libre, se me plantea un gran dilema entre mi alma de niño y mi mente de adulto, acerca de si estos "conflictos bélicos" son ficción o realidad o cuanto hay de cada cosa, considerando que las relaciones humanas son más en gris que en blanco y negro. Pero finalmente, llegado a cierto punto de mi razonamiento, inicialmente ingenuo e infantil, en la frontera con la lucidez adulta y atando cabos, la verdad se revela fácilmente... pero ya no importa, asuntos más importantes para la edad ocupan mis horas de vigilia y de sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario