| |||||||||
|
|||||||||
domingo, 11 de noviembre de 2012
La música de la ilusión
"Las cosas más importantes son siempre las más difíciles de contar. Al formular de manera verbal algo que mentalmente nos parecía ilimitado, lo reducimos a tamaño natural. Todo aquello que considerábamos más importante está siempre demasiado cerca de nuestros sentimientos y deseos más recónditos. Y a veces hacemos revelaciones de este tipo y nos encontramos con la mirada extrañada de gente que no entiende en absoluto de lo que hemos contado, ni por qué nos puede parecer tan importante. Creo que eso es precisamente lo peor, que el secreto, lo siga siendo, no por falta de un narrador, sino por falta de un oyente comprensivo."
Stephen King
La venganza será terrible, el programa de Alejandro Dolina, no es un programa de radio convencional. En el panorama actual de ese medio es casi un milagro cultural. De martes a sábados a la hora del aquelarre, de 0 a 2, por radio Del Plata (AM 1030), Dolina y sus partenaires, Patricio Barton y Jorge Dorio, despliegan sus talentos y capacidades haciendo un programa divertido, inteligente y reflexivo, donde abundan -pero no dañan- la historia, la mitología, el arte y otras habilidades y conocimientos adquiridos o poseídos por la especie humana. Uno de los momentos imperdibles en La venganza será terrible es cuando una conversación rutinaria, espontáneamente -o no- se desvía por otro carril, inesperado. Cuando en la bifurcación del camino conversacional, diría el bardo Jorge Luis Borges, las palabras toman el sendero de la reflexión profunda, aguda y filosa.
El desvío que tomó una de esas charlas coloquiales, la noche del jueves 8 de noviembre de 2012, fue sobre el eventual caracter básico y efímero de algunos pasajes en una pieza musical. Decía Dolina, y yo estoy de acuerdo con él, que para plasmar en sonidos esos pasajes breves, que representan por ejemplo el galope del caballo, el paso del tigre o los cañones de la Obertura 1812, no son necesarios el arte, la llama sagrada o el genio. No son necesarios para representar, por ejemplo, el "chuf chuf chuf" de una locomotora, o el paso de ganso de los soldados; en cambio, el desafío está en representar, decía Dolina, "la música de una ilusión". Ahí está el quid de la cuestión, en hacer la extensa y profunda obra que represente la ilusión, tal cual nosotros podemos vivirla.
Uno se ilusiona con un mundo mejor; con poder ahorrar para tener ese automóvil cero kilómetro; con jugar en la primera de ese gran club; con unas vacaciones en Bora Bora; con que sea correspondido lo que sentimos por la persona de la que nos hemos enamorado. Y todo eso no se lleva fácilmente al pentagrama. Es más, no se lleva fácilmente a ningún soporte de ningún medio de expresión, porque, generalizando, sea "la pintura de una ilusión", "la poesía de una ilusión", "el dibujo de una ilusión", el camino para una representación satisfactoria es azaroso, incierto y difícil. Dificultad de la que a continuación daré fe:
Hace varias decenas de millones de años, cuando los dinosaurios se enseñoreaban sobre la Tierra y yo (también dinosaurio) cursaba el quinto año de la secundaria, tomaba cuatro medios de transporte para llegar a la escuela (para más datos: de las polvorientas y a veces barrosas calles de tierra de Berazategui, a los godzillas de cemento de Callao y Corrientes, en la ciudad de la furia): colectivo, tren, subte y combinación a otro subte, esa era la secuencia de ida.
En la etapa de la estación, una chica rubia, de pelo largo y ondulado, de labios rojo carmesí y andar majestuoso, esperaba el mismo tren que yo, sentada lejos, pollera discreta, piernas juntitas. Ella me gustaba, me atraía, me enloquecía. Era algo mayor que yo, me enamoré a simple vista, platónicamente, idílicamente y a distancia... porque jamás me hubiera atrevido a acercarme siquiera a dos metros y menos aún a sentarme con ella, porque en estas cosas del amor y las mujeres siempre fui y seré un pánfilo, como Darín en cierto pasaje de "El secreto de sus ojos".
Pero yo estaba ilusionado. Me había ilusionado con que a falta de valor personal y de circunstancias más favorables, un acontecimiento fortuito, inesperado, haciendo de Cupido, cruzaría nuestras líneas cósmicas de vida y nos convertiría en amantes. Así de fácil, así de difícil, así de absurdo, porque había días en que ella no llegaba a tiempo para ese tren y yo, desilusionado, porque también estaba mi ilusión diaria de viajar juntos, la veía a través de la ventanilla llegar caminando por la calle lateral a la vía, no del lado de la fábrica Rigolleau, sino del otro lado, digamos del lado de la más lejana Ducilo, del lado de la costa.
Pero no importaba, "yo tenía un arma y sabía como usarla", me dije un día con soberbia, sin saber lo que me esperaba. A esa altura de mi vida yo tenía acumulado un millaje de varios años de dibujar y escribir de todo un poco, serio, trivial, aventurero, artístico, descartable. Entonces, me puse manos a la obra para dibujar esa ilusión. No importan los detalles, no importa lo que dibujé, importa que "el trazo de esa ilusión" no fue nada fácil. Una y otra vez lo intenté, a lo largo de ese quinto año de secundaria, pero nunca logré que lo representado fuera satisfactorio. Ese año aprendí que la ilusión, lo mismo que cualquier otra emoción o recóndito sentimiento, no es el "chuf chuf chuf" de la locomotora, la "diesel" que, irónicamente, impulsaba el tren que yo tomaba por ese entonces. Había fracasado, no fui capaz de sublimar esa ilusión sobre el papel. Lo esencial no estaba ahí, el dibujo era pura técnica, sin alma ni fuego.
Al año siguiente mis horarios cambiaron, con mis padres nos mudamos más cerca de la escuela y solo me bastaba tomar un colectivo para llegar a ella. Sin embargo, a pesar de lo improbable, me quedaba la ilusión -porque la ilusión tiene instinto de supervivencia y resiste hasta morir de pie- de encontrarla en esa travesía diaria, pero nunca más la vi. Mi línea de vida, al menos hasta hoy, nunca se cruzó con la suya. Sin embargo, haberla conocido durante ese año tuvo su fruto: la revelación de que los trazos de la ilusión y, por qué no, también los de la desilusión, o los de otros sentimientos o emociones, no se plasman exitosamente sin lucha, sin arte y sin alma. Es mi caso, por eso acabo de dar fe: a lo largo de todos estos años, a través de éxitos y fracasos, de vertiginosos altibajos creativos, alcancé, unas pocas veces, a representar algunas de esas emociones. Eso que la noche del 8 de noviembre Dolina, iluminado, explicaba en su gran programa.
Foto: Estación de Berazategui. Crédito: Asociación Trabajadores de Museos, Museos de Berazategui.
viernes, 31 de agosto de 2012
Una auto-oportunidad en la librería El pájaro de fuego
La librería El pájaro de fuego no es una librería común y corriente. Está ubicada en la difusa frontera entre la realidad y la ficción... es el lugar donde la condición humana se busca a sí misma y se manifiesta de maneras misteriosas... hallar su ubicación es a la vez la tarea más difícil y más fácil de este mundo... no está a la vista pero tampoco está oculta... hasta un niño sería capaz de hallarla en lo que dura un latido de su corazón...
viernes, 24 de agosto de 2012
miércoles, 25 de julio de 2012
Otras voces, otros ámbitos 2
William Faulkner, en Revista Radar, Página 12
"Escribo porque es el más poderoso acto libertario que conozco. Escribo porque el hechizo de la literatura es fulminante y a mí me hace ilusión ser aprendiz de aquellas magias. Escribo porque mis padres y mis hijos se alegran cada vez que alguien les cuenta que ha leído algo mío. Escribo porque contar historias es el oficio más antiguo del mundo. Escribo porque dedico todos los libros a mi mujer y así -mientras sigo escribiendo- ella sabrá que la sigo queriendo."
Fernando Iwasaki, en Revista ADN, La Nación, 21-1-11
"Escribo para tener algo en qué pensar cuando, en la soledad tenebrosa de la duermevela, por la noche, en la cama, antes de dormir, me asaltan los miedos y las angustias. Escribo porque mientras lo hago estoy tan llena de vida que mi muerte no existe: mientras escribo soy intocable y eterna."
Rosa Montero, en Revista ADN, La Nación, 21-1-11
"Por cierto: todo en la vida es susceptible de ser escrito si tienes las agallas suficientes para hacerlo y la imaginación para improvisar. El peor enemigo de la creatividad es la duda sobre uno mismo."
Sylvia Plath, en Perlas escogidas, Revista Ñ, Clarín.
viernes, 22 de junio de 2012
martes, 19 de junio de 2012
viernes, 1 de junio de 2012
Cuando Orsai 7 viene marchando
Los responsables, por llamarlos de alguna manera decente, de Orsai, fueron sorprendidos con las manos en la masa, mejor dicho con las manos en la Orsai Número 7 recién salida del horno. El fin de semana armarán los paquetes y el lunes empezará la distribución en todo el mundo. En esta última edición de Orsai, la tercera de las seis bimestrales que se publican este año. la tapa de la revista es una feria cultural. Detrás de la feria hay una librería.
El sumario representa el detalle de las estanterías del fondo, con sus libros relucientes. El delicioso trabajo de ilustración de Decur, en esta ocasión a cuatro manos, con María Monjardín (diseño integral) es, como dicen ahí, impresionante.
Cantina de los perros parias (Una "jam session" gráfica de jazz)
Este afiche, titulado Cantina de los perros parias, fue realizado por quien escribe estas líneas en 1983. Está hecho totalmente a lápiz, "sin red", sin proceso digital posterior alguno, salvo la integración de las partes escaneadas.
Se podría decir que se trata de algo así como de una "íntima jam session gráfica de jazz", esto es, una reunión informal de lápices de varias durezas, gomas, papeles, tablero de madera, reglas y escuadras,ideas y sentimientos. Un dibujo a medio camino entre mi gusto por el jazz, la realidad histórica y social de la época citada y elementos autobiográficos extremadamente sublimados, tanto en su título como en los títulos de los dieciseis temas musicales. Y recuerden, mis amigos y amigas de la red, que en una historieta, en una tira, en una viñeta, un perro no es un perro: es una persona representada como perro.
viernes, 25 de mayo de 2012
La Ultima cena no fue la Ultima Cena (Segunda versión completa)
La Última Cena. Pintura mural original de Leonardo da Vinci ejecutada entre 1495 y 1497. Refectorio del convento dominico de Santa Maria delle Grazie en Milán (Italia).
"No hay hechos, sino interpretaciones" (Friedrich Nietzsche)
Ahora lo sé, gracias a Ray Bradbury lo sé, sé que es posible. Me refiero a que no sería extraño que Dan Brown publique, despreciado de antemano por Umberto Eco, la secuela del teothriller policial y de misterio Código Da Vinci y que después Tom Hanks filme la peli, en la que el mismísimo Hanks, nuevamente en el papel del sutil y a veces golpeado Robert Langdon, descubre, pintado por Leonardo, un cuadro lleno de claves y misterios que, como no podía de ser de otra manera, amenazará cambiar la historia oficial conocida y la distribución del poder eclesiástico: un cuadro titulado La Ultima Cena después de la Ultima Cena. Porque la Ultima Cena no fue la Ultima Cena.
En mi caso, oveja negra descarriada, sin rumbo fijo y bastante ignorante del contenido de las sagradas escrituras, la revelación se produjo en 1980, cuando se publicó en Buenos Aires Fantasmas para siempre, un extraordinario libro objeto con textos de Ray Bradbury e ilustraciones de Aldo Sessa, a cargo de Ediciones Librería La Ciudad. En ese libro, numerado a mano, en mi caso como el "951" de esa primera edición de 4270 ejemplares, Ray Bradbury, en cierto pasaje del mismo, nos cuenta cómo, algo que empezó con un encargo de John Houston, allá por los posbélicos y prebélicos cincuenta ("pos" de una gran guerra y "pre" de otras ya en gestación), finalizó en la afirmación Bradburyana de que la Ultima Cena no fue la Ultima Cena. Cito el pasaje:
Melville, por su parte, me arrojó de nuevo no sólo entre los brazos de Shakespeare y su Ricardo III, sino también dentro de esa Máquina del tiempo, la Biblia, y me hizo participar de las Ultimas Cenas con Mateo, Marcos, Lucas y Juan, mientras recorría el yermo con el legendario Ismael.
Mis fuegos espirituales se intensificaron cuando los estudios de la Metro Goldwyn Mayer me llamaron uno de los últimos días del otoño de 1960, y me confesaron que, si bien habían gastado ya siete millones de piezas de plata en una nueva versión, parlante y muy colorida, de Rey de Reyes, no habían hallado "un final para la película".
Quedé estupefacto. ¿Y los Apóstoles?... pregunté.
Sí, sí, habían sido examinados, pero... seguíamos sin final. ¿Aceptaba yo firmar y comprometerme a resolver el problema?
Firmé y lo resolví.
Encontré el final de la película en Juan, que describe la Ultima Cena. Cristo resucitado aparece en las riberas del mar de Galilea, se para junto a unas brasas sobre las que están asando unos pescados, y dice a Simón, el que llaman Pedro, y a los otros discípulos, que levanten el pescado, alimenten a sus hermanos, recojan Su mensaje y vayan por todos los países del mundo, predicando el perdón de los pecados. A la media luz que antecede al amanecer, Cristo tiene sus manos sobre las brasas. Entonces se puede ver la marca del clavo. De la palma gotea sangre que cae en los carbones encendidos. De este modo queda probada su identidad.
M.G.M no rodó mi final, y esto es muy deplorable, ya que Juan nunca ha sido utilizado en ninguna de las películas que se han hecho sobre la vida de Cristo.
Sólo me quedó la posibilidad de utilizar un texto de Juan en otro relato de tema marciano que escribí diez años después..."
Y acá interrumpo las palabras de Bradbury, mientras en mi libro continúa explicando lo que siguió a esta cuestión de las cenas, porque ese relato, que transcurre en el querido Marte de las Crónicas marcianas, y lo que Ray nos cuenta al respecto, es otra historia a la que vale la pena dedicarle todo un artículo, en una futura entrega de este blog. Se trata de El Mesías, un excelente cuento de ciencia ficción, por clasificarlo de alguna manera, para aquellos afectos a las etiquetas, aunque sean una ilusión, porque un cuento es un cuento y la etiqueta es algo tan azaroso como irrelevante, frente al valor intrínseco del contenido.
Y a propósito de la "Ultima Cena después de la Ultima Cena", la busqué, porque, ejem, dicen que el que busca encuentra. Y la encontré, el relato completo está en Juan 21, 1-25. Y la encontré, en mi caso, en la versión Nuevo Testamento Puebla, Edición pastoral de Ediciones Paulinas, Editorial Verbo Divino de 1980 -¡El mismo año que fue publicado Fantasmas para siempre!, pero es solo una casualidad... ¿o no?-. Y allí, en la página 321, se aparece Cristo para la Ultima Cena después de la Ultima Cena, bajo el título: Apéndice al libro: La manifestación de Jesús a orillas del lago. Allí me entero que la acción transcurre a orillas del lago Tiberíades... el resto es historia bíblica y ustedes pueden buscarla y encontrarla por sus propios medios.
miércoles, 23 de mayo de 2012
La Ultima Cena no fue la Ultima Cena
Ahora lo sé, gracias a Ray Bradbury lo sé, sé que es posible. Me refiero a que no sería extraño que Dan Brown publique la secuela del Código Da Vinci y después Tom Hanks filme la pelí, en la que el mismísimo Hanks, en el papel de Robert Langdon, descubre, pintado por Leonardo, un cuadro lleno de claves y misterios que como no podía de ser de otra manera, amenazan cambiar la historia oficial conocida y la distribución de poder, un cuadro titulado La Ultima Cena después de la Ultima Cena. Porque la Ultima Cena no fue la Ultima Cena.
En mi caso, oveja negra descarriada, bastante ignorante del contenido de las sagradas escrituras, la revelación se produjo en 1980, cuando se publicó en Buenos Aires Fantasmas para siempre, un extraordinario libro objeto con textos de Ray Bradbury e ilustraciones de Aldo Sessa, a cargo de Ediciones Librería La Ciudad. En ese libro, numerado a mano, en mi caso como el "951" de esa primera edición de 4270 ejemplares, Ray Bradbury, en cierto pasaje del mismo, nos cuenta como, algo que empezó con un encargo de John Houston, allá por los posbélicos y prebélicos cincuenta ("pos" de una gran guerra y "pre" de otras ya en gestación), finalizó en la afirmación Bradburyana de que la Ultima Cena no fue la Ultima Cena. Cito el pasaje:
Melville, por su parte, me arrojó de nuevo no sólo entre los brazos de Shakespeare y su Ricardo III, sino también dentro de esa Máquina del tiempo, la Biblia, y me hizo participar de las Ultimas Cenas con Mateo, Marcos, Lucas y Juan, mientras recorría el yermo con el legendario Ismael.
Mis fuegos espirituales se intensificaron cuando los estudios de la Metro Goldwyn Mayer me llamaron uno de los últimos días del otoño de 1960, y me confesaron que, si bien habían gastado ya siete millones de piezas de plata en una nueva versión, parlante y muy colorida, de Rey de Reyes, no habían hallado "un final para la película".
Quedé estupefacto. ¿Y los Apóstoles?... pregunté.
Sí, sí, habían sido examinados, pero... seguíamos sin final. ¿Aceptaba yo firmar y comprometerme a resolver el problema?
Firmé y lo resolví.
Encontré el final de la película en Juan, que describe la Ultima Cena. Cristo resucitado aparece en las riberas del mar de Galilea, se para junto a unas brasas sobre las que están asando unos pescados, y dice a Simón, el que llaman Pedro, y a los otros discípulos, que levanten el pescado, alimenten a sus hermanos, recojan Su mensaje y vayan por todos los países del mundo, predicando el perdón de los pecados. A la media luz que antecede al amanecer, Cristo tiene sus manos sobre las brasas. Entonces se puede ver la marca del clavo. De la palma gotea sangre que cae en los carbones encendidos. De este modo queda probada su identidad.
M.G.M no rodó mi final, y esto es muy deplorable, ya que Juan nunca ha sido utilizado en ninguna de las películas que se han hecho sobre la vida de Cristo.
Sólo me quedó la posibilidad de utilizar un texto de Juan en otro relato de tema marciano que escribí diez años después..."
Y acá interrumpo las palabras de Bradbury, que en mi libro continúa explicando lo que siguió, porque ese relato marciano -y lo que Ray nos cuenta al respecto-, es otra historia a la que vale la pena dedicarle todo un artículo, en una futura entrega de este blog. Se trata de El Mesías, un extraordinario cuento de ciencia ficción, por clasificarlo de alguna manera, para aquellos afectos a las etiquetas, aunque sean una ilusión, porque un cuento es un cuento y la etiqueta es algo tan azaroso como irrelevante frente al valor intrínseco del contenido.
Y a propósito de la "Ultima Cena después de la Ultima Cena", la busqué, porque, ejem, dicen que el que busca encuentra. Y la encontré, el relato completo está en Juan 21, 1-25. Y la encontré, en mi caso, en la versión Nuevo Testamento Puebla, Edición pastoral de Ediciones Paulinas, Editorial Verbo Divino de 1980 -¡El mismo año que fue publicado Fantasmas para siempre!, pero es solo una casualidad... ¿o no?-. Y allí, en la página 321, se aparece Cristo para la Ultima Cena después de la Ultima Cena, bajo el título: Apéndice al libro: La manifestación de Jesús a orillas del lago. Allí me entero que la acción transcurre a orillas del lago Tiberíades... el resto es historia bíblica y ustedes pueden buscarla y encontrarla por sus propios medios.
jueves, 10 de mayo de 2012
martes, 8 de mayo de 2012
Sobre Caloi
Hoy me repito, porque esta entrada la hice en otro de mis blogs, pero es que tenía que hacerlo:
Así como en la pintura de todos los tiempos hay cuatro o cinco enormes y geniales artistas que me han marcado profundamente y con los cuales tengo feeling, en el humor gráfico argentino, desde que empecé yo mismo a dibujar humor e historietas, Caloi fue uno de los pocos grandes artistas de ese medio que influyeron profundamente en mí y con el cual sentí ese feeling, que también sentía por Fontanarrosa y siento por Quino y Crist. Así que tengo una sola palabra para enfrentarme al tema de hacer un comentario sobre su muerte, que creo apropiada: Snif.
lunes, 7 de mayo de 2012
viernes, 4 de mayo de 2012
martes, 24 de abril de 2012
viernes, 20 de abril de 2012
Citas citables, pero a su turno cada una
viernes, 13 de abril de 2012
Zapping: La costumbre más vieja del mundo
"Hace poco veía en televisión las críticas a la televisión de un ex-comisario político. Se lamentaba de que el zapping había anulado el montaje, porque ahora nadie seguía todo el desarrollo dramático del Potemkin, sino que se escapaba para ver el programa de cocina del Discovery cada dos minutos. ¿Pero es que alguien, además de Eisenstein, lo siguió alguna vez todo tal cual está hecho? ¿Acaso en un cine semicongelado de Moscú en el milnovecientos veintipico otro vio toda la película sin pensar en otra cosa? El placer estético funcionó siempre como un zapping sobre el objeto, porque toda obra de arte es siempre una obra abierta, pero no se sabe a que, ni que recombinación secreta hace el receptor para seguir disfrutándola".
Alberto Ure (director de teatro)
En su nota Un espectador cínico, incluida en el dossier El enigma del receptor ¿Quien es el público?.
Suplemento Cultura y Nación del Diario Clarín de Argentina, del jueves 19 de enero de 1995.
sábado, 7 de abril de 2012
Sobre ser zurdo y el Día Internacional de los zurdos
Yo soy zurdo, nací zurdo. Una vecina extraordinaria, del barrio, madre de hijos amigos míos con los que jugaba, me enseñó a leer y escribir antes de los seis años, antes de la escuela primaria. Claro, como toda persona a salvo de taras y deformidades, venidas de adentro o de afuera, su objetivo al enseñarme a escribir era que aprendiera a escribir y no que lo hiciera con una mano determinada. En cambio, en la escuela primaria de esa época, vaya a saber en base a que directiva salvaje de vaya a saber que salvaje en funciones (recuerden que la civilización no elimina la barbarie sino que la perfecciona, y a veces, por ejemplo, se la perfecciona desde la función pública), a los zurdos había que convertirlos en diestros. Y eso fue lo que hicieron conmigo, con mis amigos del barrio que eran zurdos, con mis compañeros de primer grado que eran zurdos y con cuanto alumno zurdo anduviera suelto por ahí escribiendo con la mano incorrecta. Esa conversión por las buenas o por las malas.
Claro, en ese momento, con seis escasos años acumulados en este mundo, uno cree, uno asume que las cosas deben ser como nos dicen, que las órdenes siempre se dan para llevarnos a fines santos, a mundos mejores, que si no hacemos lo que dicen que hagamos, sin excepción, seremos catalogados, perseguidos y castigados como chicos malos.
A los seis años, entonces, uno asume que todo lo que nos impone el entorno cultural que nos rodea, en la familia, en la calle, en el colegio, en los discursos del gobierno de turno, es algo bueno y que así debe ser sin discusión. Es más, es inconcebible que a los seis años a un niño se le ocurra que las normas de un colegio pueden estar sucias, menos blancas que el guardapolvo, que las palomas blancas, o que la franja blanca de la bandera nacional.
Así las cosas, enfrenté la tarea con obediencia ciega, estoicismo y resignación de niño condenado y sin salida. Hasta sentía cierta culpa ante la maestra por tener un cerebro "fallado" según lo que las normas establecían sobre mí; después de todo, si estaba prohibido ser zurdo es porque debía ser algo malo, inconveniente, mal visto, ¡inaceptable!.
Eso, inaceptable. Y ahí estaba yo, finalmente escribiendo con la derecha, y acá estoy yo ahora, en este día internacional del zurdo, viéndome en la foto individual de primer grado: estoy frente a un pupitre, con el pelo rapado, empuñando el lápiz con la derecha sobre mi cuaderno, con la banderita argentina al costado. El sistema había triunfado.
Claro, así cualquier sistema triunfa, lavando en seco, sin detergente, el cerebro a niños muy pequeños, intelectualmente indefensos, que apenas si acaban de entrar por la puerta de la alfabetización y saben cero de la historia de atrocidades y espantos que los precede. Así cualquier sistema, en cualquier lugar y época hace diestros a los niños, los hace alabar y ver como santo y salvador al dictador de turno, los hace rechazar a gente de otra raza y color, los hace ver inferiores a los discapacitados físicos, los hace considerar natural la existencia de la esclavitud y natural cualquier cosa que se nos dé la gana.
El sistema había triunfado, y yo pagaba con angustia, frustración, trauma y alguna que otra distorsión en mi maquinaria mental el triunfo de la razón sobre la naturaleza. Y eso es una de las grandes paradojas de la burocracia de un sistema en acción: la eliminación de una distorsión por decreto llevando a una distorsión real y objetiva.
La directiva de convertir a los zurdos era una especie de Ojo de Gran Hermano pero con un reducidísimo ángulo de visión. Como lo único que le interesaba al ojo de este Gran Hermano educativo era verme escribir con la derecha, lo demás le pasaba de largo. Quiero decir que me hicieron diestro para escribir pero para el resto de las cosas seguía siendo y soy zurdo.
Y así nos encontramos con el absurdo de que mientras la maestra me miraba satisfecha escribir "mi mamá me mima" con la derecha, a continuación subrayaba la frase usando el lápiz y la regla como lo hacen los zurdos, sin que nadie me enviara al patíbulo por ese crimen. Y así con todo: yo seguía pateando la pelota con la zurda, usando los cubiertos como zurdo, la tijera como zurdo, el serrucho y el martillo como zurdo y llegado el despertar sexual ya saben que cosa hacía con la zurda.
De todos modos "al César lo que es del César...", la educación y el trato que tuve de maestros y profesores en los largos años de primaria, secundaria y universidad del estado, al margen de esa calamidad, arrojan un balance mucho más positivo que negativo y no me puedo quejar.
Además los maestros, los empleados y los soldados, suelen ser la carne de cañon de la incapacidad o el salvajismo de los que ordenan, dirigen y legislan desde un escritorio, y no necesariamente están de acuerdo con las directivas que llegan de arriba.
También se cumple aquello de que no hay mal que por bien no venga. Cada vez que tuve algún accidente en la mano derecha, ahí estaba siempre lista como muleto la izquierda para seguir en carrera, escribiendo y dibujando casi como si no me hubieran convertido.
Y hoy, cuando veo a mi pequeño hijo escribir y dibujar con la zurda, a veces me quedo un rato como tonto a sus espaldas mirándolo hacer la tarea sin que lo sepa. Entonces me retiro tranquilo y en silencio, sabiendo que a sus espaldas tampoco lo está vigilando aquel Ojo de Gran Hermano que a mí me hizo diestro. Bueno, al menos "ese" ojo ya no está a espaldas de los chicos de hoy...
viernes, 30 de marzo de 2012
Orsai 6 libre y volando hacia su destino
miércoles, 28 de marzo de 2012
Titanes en el espectáculo
martes, 27 de marzo de 2012
Un nuevo blog: Bienvenido sin malicia
Este es un avisito personal: Desde el 22 de marzo de 2012 está en línea Bienvenido Sin Malicia, el nuevo blog. O como dirían en los grandes medios en los que yo no existo: "Del autor de Ciencia con alma y arte, ahora llega a las mejores pantallas de los lectores... Bienvenido Sin Malicia"
jueves, 15 de marzo de 2012
Así habló Zamiatin
Sus primeros escritos fueron prohibidos por la censura zarista. Allá por la más que agitada década del treinta, gracias a la intervención de Gorki, Stalin le permitió salir de la Unión soviética en lugar de despacharlo para el lado de Siberia o algo peor. Entonces se exilió en París, donde finalmente murió en 1937.
En su ensayo Tengo miedo se lee este párrafo:
"La literatura verdadera sólo puede existir donde es creada, no por oficiales diligentes y de confianza sino por dementes, ermitaños, herejes, soñadores, rebeldes y escépticos"